El cuerpo, esa máquina perfecta que nos acompaña, guarda cada historia. Cada palabra no dicha, cada emoción ignorada, cada trauma no procesado. Lo que no encontramos espacio para expresar o entender, el cuerpo lo almacena en su memoria. Es un oráculo, un espejo de lo que habitualmente tratamos de esconder, y está siempre listo para revelarnos la verdad si aprendemos a escucharlo.

¿Cómo usar tu cuerpo como oráculo?

1 – Sintoniza con las sensaciones. Cada vez que experimentes una incomodidad, una tensión o incluso una ligereza, no la ignores. Haz una pausa. Pregúntate, ¿qué está pasando aquí? ¿Qué mensaje está tratando de enviarme esta sensación? Escuchar esas señales es la manera más pura de empezar a comprender tu ser interior. El cuerpo nunca miente; nos habla con el lenguaje de las emociones no procesadas.

2 – Relajación profunda. Regálate el espacio para escuchar tu cuerpo sin distracciones. Realiza ejercicios de relajación donde cada parte de tu ser reciba atención: pies, piernas, abdomen, hombros, cuello. Relajarlos conscientemente te abre a la experiencia interna. Cuando soltamos, comenzamos a recibir. Así, cada músculo tenso revela lo que permanece oculto y lo que necesita ser liberado.

3 – Escribe lo que el cuerpo te dice. Después de esa conexión, toma unos minutos para escribir lo que sientas. Hazlo sin filtros, sin la necesidad de que las palabras sean perfectas. A veces, lo que el cuerpo tiene para decir se encuentra en el fluir de la escritura: pensamientos, imágenes, emociones que la mente no había alcanzado a procesar. El cuerpo te habla; tus palabras lo transcriben.

4 – Deja que el cuerpo se exprese. A veces, la mejor manera de comprender el mensaje del cuerpo es a través del movimiento. No importa si bailas, caminas o simplemente estirás. El cuerpo necesita moverse para liberar energía reprimida. No subestimes el poder del movimiento libre. Cada gesto es una forma de comunicación, una invitación a soltar lo que ya no te sirve.

Deja un comentario